"Madrid, el calor es bueno" por Manuel Jabois.
"El Madrid ha entrado en ese momento de la temporada en que quema si lo tocas. El Madrid es una bola de fuego rodando de Manchester a Estambul, destruyendo aldeas como en la cruzada albigense en la que se ordenó matar a católicos y herejes por igual porque ya Dios se encargaría de separar a los suyos. Dibujó Mourinho alrededor de Drogba el círculo en llamas de Varane y empaló a Sneijder entre Khedira, Xabi y Ramos. Se preveían encerronas románticas entre el entrenador del Madrid y sus viejos pupilos pero Mourinho hizo con el amor lo que Jimmy Giménez Arnau: le duró el erotismo lo que tardó en subir las escaleras. No tuvo piedad de los mourinhistas. Machacó a sus ex, sentó a Pepe y Arbeloa y sacó al campo a tropas regulares abanderadas en punta por el francés Benzema, que tuvo que haber cantado a pulmón la Marsellesa cuando sonó el himno de Champions.
El partido empezó sin Cristiano Ronaldo, que es un ejercicio catártico para madridistas: vivir unos minutos como si no existiese y sumergirse en una rutina de papeleo entre corbetas. Si uno se abstrae lo suficiente la explosión que se produce cuando aparece es mayor. Lo hizo en el minuto 9 cayendo sobre la defensa turca como un cormorán para levantarle la pelota al portero como si levantase un pez, agitando las alas imperiales mientras las secaba al calor del Santiago Bernabéu. Fue como recordar que Dios era nuestro. Fue como pasar el día en la oficina, llegar a casa, cenar una tostada, meterse en cama y recordar, al verla a tu lado, que estás casado con Charlize Theron.
El pase lo dio Özil a la manera industrial; el alemán puso el balón y luego inclinó su cabeza hacia atrás. Laudrup regalaba la asistencia mirando exageradamente a una señorita de la grada; el genio alemán actúa como si llevase un kers en la mirada que luego relaja cuando el balón sale de su zurda. Pone finalmente los ojos en modo ahorro de energía, se los saca como una dentadura y los apoya en la barra para pedir un martini. Lo que siga a su pase es lo de menos porque su ejercicio es meramente introspectivo: Özil le dice al Madrid lo que tiene que ser, por eso frecuenta lugares aislados en los que meditar sobre el futuro levitando con discreción para no llamar la atención del árbitro. Özil le dijo ayer al Madrid que su lugar es la Copa de Europa y barrió milimétricamente los tres cuartos como el faro de Finisterre, donde los romanos descubrieron con horror que al sol se lo tragaban las aguas.
Atacó el Galatasaray con Eboué, que parece un Hightower prensado. Corrió hasta el área el lateral y con toda la portería para él prefirió saber a qué sonaba Diego López: lo golpeó como a un gong. Lo heroico hubiera sido evitar el balón. Diego López está viviendo un extraño viaje que solventa fuera del campo con elegancia y dentro con esgrima de veterano. Reclama para sí la grandeza de los héroes fortuitos de la Champions y lo hace al modo estelar, consciente de que en el fútbol, como en la vida, un segundo justifica veinte años. El debate de la portería se ha llevado a extremos woodstockianos que culminaron esta semana cuando en la previa del partido los medios se dedicaron a preguntarle a Mourinho por Casillas y El País, exhausto, tituló Mourinho se obsesiona con Casillas. Fue como encontrar la casa de un señor forrada de fotos de una actriz y salir corriendo a detenerla.
El partido siguió por los vericuetos alpinos de Varane, un central de posguerra que se desliza al corte en modo anguila. Le ganó una vez la posición Drogba, que mandó un disparo franco a los cielos, y el resto del partido Varane se dedicó a torearlo con la misma austeridad con que toreó a Messi; es la intuición de Belmonte, que aprendió a escuchar al toro de noche a campo abierto con la guardia civil en los talones. El francés es alto, oscuro y de hombros exigentes; tiene cara de aceitunero. También es guapo, y aunque en el Madrid desconfiamos de los guapos desde que Valdano fichó a Queiroz como si fuese Paul Newman, parece que esta belleza de Varane ya es un poco nuestra por lo mediterránea y lo pacífica. Varane va para yerno y eso es lo que le faltaba a Casillas: que le arrebaten el yernarato. Varane y Ramos (que va pisando contrarios en el área como si fuesen huevos hasta que un día alguien pierda la cabeza y pite penalti) son la tamborrada del contragolpe, el ejercicio plástico que el Madrid sublima desde el torreón de Xabi, que con la edad va haciendo de cada balón un hechizo.
Cuanta más barba tiene Xabi, más vertical el pase; el tiempo a Xabi le está dando un antiguo aire a Van Gogh cuando de él se esperaba la mansa agitación de Cezanne, que pintaba la montaña cien veces si hacía falta. Xabi está ya por la labor de pintarla una vez, arrancarse la oreja y mandarla en un sobre a la defensa contraria como amenaza mafiosa. A balón parado encargó ayer una rosca violenta al área para que Pipita la clavase con la chola en otro romance esperado: el de Higuaín con los finales de temporada.
La maldición de los octavos con señorío y savoir faire la ha dejado Mourinho en superchería flamenca. El Madrid es un equipo de un padre en cada puerto y la Champions una ruleta rusa de gatillo oxidado organizada por un francés que está un poco pallá. Pero las semifinales son vida y lo que hay más atrás es muerte. Van tres años viendo al Madrid en Europa en manga corta: nunca máis irnos en invierno como se fue Napoleón de Rusia tragando nieve. El calor es bueno. Como las chicas, el Real Madrid, el sexo, el Be my Baby de Las Ronettes, la playa, Van Nistelrooy, el vino o Tony Soprano. Son cosas bonitas, felices y agradables. ¿Por qué no habríamos de vivirlas con intensidad?"
http://www.elmundo.es/elmundodeporte/2013/04/04/futbol/1365062703.html
Son pocos las periodistas decentes afines al equipo, pero joder, entre Jabato y Gistau menudo nivelazo.