Estamos en el año 1072 Después de Nuestro Señor Jesucristo. Soy el conde Otto de Argovia y esta es mi historia.
Contaba con 12 años cuando heredé el condado de manos de mi difunto padre Werner (Don Verde), que Dios lo tenga en su gloria, algunos dirían de mí que en mi juventud fuí moderado, confiado y amable, cosas todo ciertas. Mi prometida es Mechthild von Nordheim cuyo padre es el duque Otto II de Baviera, siendo por ello, mi aliado.
En cuanto a mi familia, mi querida hermana Ida fue comprometida por mi padre con Adalbert von Rheinfelden, hermano del duque Rudolf de Suabia. Aunque aún no entendía mucho sobre las intrigas políticas, notaba que los miembros del consejo discutían el por qué no nos contaba cómo aliado. Sea como fuere así estaban las cosas y deshacer dicho matrimonio hubiera afectado a mi prestigio en un momento dónde no podía perder ni un ápice.
En cuanto a mi hermano Gotthard, me apena decir que no tuvo un final feliz pero no porque yo no lo intentara, claro. Lo que ocurrió con él fue que se interponía en el sueño de nuestro difunto padre de formar el ducado de Transjuriana y pasó, debido a ello, gran parte de su vida fuera de nuestra corte.
En aquellos tiempos se notaba la escasez en las arcas del condado, mi fiel vasallo Matfre administraba el condado y poco a poco fue revirtiendo la situación. A su vez, hubo una vacante dentro del consejo, ocupando su lugar con un comandante de nombre Mathias.
Dentro del consejo, en el que mi madre Reginlind tenía mucho peso, se decidió que mi tutor fuera el vecino conde Ludwig de Breisgau. Uno de los mejores estrategas de nuestro tiempo y generoso con sus amigos, agudo y aspirante a esgrima, aunque haciendo honor a la verdad fue también algo falso y vengativo. He de decir que aprendí mucho bajo su tutelaje.
Mientras mi consejo organizaba mi condado, en el HRE el emperador se enfrentaba a una facción independentista liderada por el duque Vratislav II de Bohemia, seguidos por la duquesa Matilda de Toscana, el conde Artau de Lyon y el conde Hugo de Bolonia, apoyados por el rey Máel-Snechtai de Alba. La cual acabaría perdiendo el Káiser.
Antes de que esa guerra llegara a su fin, una noticia inundó de alegría mi corte. La terrible enfermedad conocida cómo peste bubónica había llegado a su fin. Más aunque la alegría era notoria, yo no podía dejar de pensar en la suerte de mi pobre padre. A su vez, también conocí a la que fue mi primer flechazo, Adelaide, hija del vecino duque de Suabia. Nunca olvidaré como me rechazó, más yo era un joven muy testarudo.
Justo un año antes de cumplir mi mayoría de edad, se me presentó una oportunidad que no dejé escapar y ¡menos mal!, el propio emperador Heinrich me pedía mi opinión, A MÍ, un infante de 15 años, mi oponente...el Príncipe-Obispo Riccardo de Aquileia. Por suerte mi opinión prevaleció por encima del consejo de Riccaardo y me gané así la amistad del emperador me dio, a su vez, la tan ansiada oportunidad de unir los condados de mi padre...a costa de hacerle la guerra a mi hermano...el cual acabaría exiliándose en Noruega hasta cumplir él su mayoría de edad.
El día en que llegué a mi mayoría de edad se llenó de júbilo la corte pues no solo celebramos mi mayoría de edad, sino también mi casamiento con Metchthild, formalizando así mi alianza con el duque Otto II de Baviera. A su vez aprendí muy bien de mi querido conde Ludwig y me convertí en un hábil estratega.
Mientras tanto, mi buen obispo Alois me consiguió una reclamación al recién independizado condado de Lyon, presentándome con una oportunidad que no pude dejar pasar ya que el dicho conde carecía de alianzas. La guerra se saldó con dos victorias, la captura del heredero del conde y su posterior rendición. Consiguiendo así expandirnos más allá del ducado de Transjuriana...al principio la guerra fue un poco mal para nuestra parte dado que nuestro aliado de Baviera estaba enzarzado en otra guerra, así que tuvimos que utilizar una táctica muy exasperante para mi ejercito. La cual consistió en dar vueltas en círculos entre el condado de Lyon y otro que no era suyo, entonces según me reportaban mis espías/exploradores el ejército enemigo dudaba entre atacar mi capital o ir en pos de nuestro ejército. Dando así tiempo suficiente para que el duque Otto enviara a sus ejércitos en mi ayuda.
Aparte, esa guerra me dio el conocimiento necesario para progresar en el mundo de la guerra, aparte de dejarme crecer una barba frondosa de la noche a la mañana. Pronosticando así mi gran varonilidad. Al volver a casa me encontré, además, con una buena nueva, pues mi esposa estaba embarazada del que sería mi primer varón, al cual llamamos como a mi padre.
Ida finalmente se casaría con Adalbert, pese a mis infructuosos intentos de asesinarlo más el tiempo acabaría por echarme una mano y así mi cuñado moriría al cabo de un par de años en combate. Dándome así la posibilidad de recuperar a mi hermana para conseguir otra alianza con el duque Rudolf de Suabia.
Mientras todo esto sucedía, llego una misiva a la corte por parte del emperador. Este tenía un plan que consistió en capturar al duque Herman de Carintia cuándo se dispusiera a atravesar mis dominios. El riesgo era muy grande, recuerdo muy bien las dudas que nos invadieron a todos por si fracasábamos...hacer enfadar a un emperador no es nada bueno. Más tuvimos éxito, gracias a Dios. Y el emperador nos recompensó generosamente y con las arcas ya medio abastecidas pude convertirme así en el duque Otto de Transjuriana. Además el emperador me cedió el control sobre el conde Rudolf de Berna, mi primo, cosa que aprovechamos para revocarle el título dado que años antes mi fiel obispo Alois había conseguido una reclamación. Ay...qué buen obispo Alois, tengo mucho por lo que estarle agradecido.
¿Recordáis que detuve al duque Herman cuando atravesaba mis tierras? Pues gane un anzuelo para con el emperador Heinrich. El cual utilice para modificar parte de mi contrato feudal. A partir de ese día siempre podría hacer la guerra dentro del HRE independientemente del nivel de la corona, y dentro de sus dominios por la mitad del prestigio. Dudamos mucho en mi corte que opción era mejor...si no pagar tasas, no darle levas al emperador, que este no pudiera revocarme ningún título...pero se decidió que lo más acuciante era el tema concerniente a la guerra. Ya que se avecinaba una época de interminables guerras. La primera para rematar al antiguo conde de Lyon, ahora de Forez. Después de la guerra nació mi segundo varón, de nombre Berengar. Le seguiría pronto Michael. Pero no podía detenerme en asuntos familiares, pues Heinrich me necesitaba en el consejo imperial.
El año 1088 d.C. fue un año lleno de júbilo, al menos al principio, pues mi hermano volvía a la corte y podía por fin arreglar mis diferencias con él. Que eran ninguna, tan solo le explique que él era preso de su consejo. El cuál se lo llevó lejos de mí de pequeño, a la lejana Noruega con el fin de utilizarle en mi contra. Él estuvo dispuesto a escucharme y una vez hicimos las paces, procedí a buscarle un buen partido. Una mujer que decían que era brillante.
Los tiempos que vinieron siguieron siendo caóticos, apareciendo diversas herejías, revueltas de campesinos y prosiguiendo las conquistas pues no podíamos dormirnos en los laures, nuestros vecinos eran más poderosos y solo era cuestión de tiempo que decidieran ir a por nosotros. Así que el siguiente curso de acción fue atacar, atacar y atacar otra vez. Ya fuera en nuestros propios intereses, o en los intereses de los aliados.
Mientras me encontraba en una campaña militar, me llego la peor noticia posible. Mi señora esposa había muerto durante el parto de nuestra hija. Guardé casi un año de luto y me casé de nuevo, esta vez con una hermosa catalana que no sé por qué, aparte de no darme ningún hijo más...a mí no me parecía muy hermosa que digamos, es más, a veces se me antojaba que se parecía más a un hombre en la cara.
Como iba diciendo, las guerras se sucedieron una detrás de otra, llegando a conquistar los territorios del vecino duque de alta borgoña, del cuál me apropié de su título y trasladé la capital a su condado. Más no estaba para nada satisfecho y la ira me invadía a cada instante, tanto que una buena mañana perdí los estribos para con el emperador...aunque he de decir que acabe disculpándome con él. No sé que me dio ese día pero sentí que aunque él fuera el emperador y yo un simple duque, no tenía derecho a tratarme como lo hacía.
Todo parecía ir en ascenso, gracias a mi piedad el papa me concedió mi petición de dinero, mediante la cual me convertí en rey de Borgoña y además, moría el duque que era líder cultural, convirtiéndome yo en el líder de la cultura suaba. El emperador tuvo a bien pasarme el control del duque de Provenza, pero en cambio tuve que atacar al duque de Saboya. La guerra fue cruenta y por poco la perdimos, más al final salimos triunfantes...pero el precio fue muy alto pues mi segundogénito, Berengar, murió. Mientras todo esto sucedía, los nervios me asaltaban...para aplacarlos me convertí en...BRUJO y de paso derroté al rey francés por el condado de Dijon.
En pos de lograr la paz espiritual, alterada por mis encontronazos con el emperador, la muerte de mis hijos...y las que vendrían. Decidí ir en peregrinación y como el dinero escaseaba me encaminé a Colonia. El problema fue que me envalentoné ante una llovizna, dado que el que no arriesga no gana y pillé una enfermedad que casi me lleva a la tumba. Más me recuperé y me enamore de mi hermosa catalana...
Todo esto acaecía mientras parte del sur de Francia se independizaba. Los duques del Languedoc y de Tolouse eran unos malditos herejes. No pude resistirme, por DIOS y por...ampliar los dominios, declaré una guerra a los dos ducados...unas guerras SANTAS. Ah y como olvidarme del exduque de Saboya, al cual le hice unas visitas personales en su celda...y a todo esto, ¡la muerte del emperador! me pilló por sorpresa a pesar de su avanzada edad. Dios lo tenga en su gloria porque de no ser por él, no sé que hubiera sido de mí.
Pronto se acercarían los tiempos de las cruzadas y de la temible yihad...en la primera cruzada encontraría mi trágico final, pero aún queda un poco que contar.
Antes de morir discutí con mi heredero Werner al trono, todo fue escalando en tensión hasta que finalmente decidí encarcelarlo y allí murió. Era un mediocre que por otra parte no merecía reinar, así que ni una lágrima derramé. Tampoco me sobrevivieron Berengar ni Ehrenfried. Pero sí mi hijo Michael y mi heredero al trono de Borgoña, el nuevo rey Baldomar comprometido con Sybilla, una muchacha robusta.
A raíz de perder esa batalla, en la retirada de mi ejército...acabé muriendo de mis heridas.
¡Larga vida a Baldomar¡