Buenas noche gente, siento el retraso, pero he estado ocupado.
Tocho incoming, pero Noruega dio mucho de si. Al lío!
Me gustaría aclarar en primer lugar que revisando documentación del viaje he visto que el Ferry para llegar a Noruega me costó 125€, más del doble de lo que os dije. Buena ruina.
NORUEGA - EL FIN DEL MUNDO
Las distancias en Noruega son enormes. Con apenas 5,5 millones de habitantes en un territorio de casi 400.000km2, gran parte del tiempo estás solo, a distancias peligrosas del ser humano más próximo. Es un país imprevisible, en el que la montaña y el frío amenazan constantemente con tumbarte. Por ello fue necesario ser mucho más prudente con los trayectos que en cualquier otro país. Es el único país de mi viaje que no recomendaría para viajar en bicicleta si solo se quiere disfrutar. En Noruega se sufre.
Es el único país que he visitado en el que mis raíces mediterráneas llorarían por el frío (En más de una ocasión me desperté por el frío y tuve que moverme para no quedarme tieso por la hipotermia. Esto no me había pasado nunca).
Creo que no podría vivir un largo periodo en Noruega.
Sin embargo, su belleza natural única, y las sensaciones especiales que transmiten sus paisajes, lo sitúan dentro del TOP5 de mis países favoritos.
RUTA
spoiler
No hagáis mucho caso a la ruta, ya que cogí un tren y no he sabido reconstruirla de mejor manera
El primer día que pasé en Noruega fue una declaración de intenciones de lo que me esperaba en el fin del mundo.
Como os describí en mi último post, cogí el ferry de Hirtshals (Dinamarca) a Stavanger (Noruega) en un estado realmente harapiento, con la bici pinchada, y el abrigo rajado, con la ropa mojada y sin duchar. Quizá por esto, nada más bajar del ferry, me paró la policia.
Me llevaron a una sala, donde comprobaron mi documentación y me hicieron muchas preguntas (a donde iba, de donde venía, que iba a hacer allí...). Me desnudaron y revisaron todo mi equipaje, con un perro y tal. Me preguntaron si llevaba droga, ya que el perro estaba un poco alterado, pero no terminaba de apuntar a ninguna parte. Les conté que en Holanda fumaba porros, y que la riñonera donde llevaba el tabaco había portado habitualmente maría. Pareció convencerles, aunque solo a medias, ya que aun así registraron absolutamente todo mi equipaje. Hasta extendieron y montaron la tienda de campaña a duras penas (como ya dije, mi tienda solo puede ser montada si se ancla al suelo).
Debo decir que me trataron con mucho respeto y profesionalidad en todo momento, y tras concluir que no llevaba nada, se disculparon por las molestias e intentaron reorganizar mi equipaje, cosa que obviamente no consiguieron. Una cosa curiosa de viajar de este modo es que como tus alforjas son media vida, te acostumbras a jugar al tetris a un nivel bestial, de modo que todo quepa bien organizado y las cosas importantes estén a mano.
Me ofrecieron café y me indicaron donde podría reparar la bici. Por lo que me dispuse a empujar al Pato Raudo unos 8km desde el puerto hasta llegar a la tienda. De caminó empezó a llover muchísimo, por lo que me refugié más de 3 horas que pasé leyendo, en una parada de autobús (aún así me mojé bastante...).
Cuando llegué a la tienda, de primeras no quisieron ayudarme (como ya comenté, el tipo de marcha que lleva mi bici hace que cambiar la cámara de la rueda trasera sea un coñazo serio). Que lo intentara en otro sitio - me dijeron - que ellos estaban muy ocupados. Tal cual. No quería cambiar la cámara por mi mismo, ya que sospechaba que en la anterior reparación (en la que arreglé un radio) había hecho algo mal y por eso había pinchado dos veces en unos pocos kilómetros. Por suerte uno de los trabajadores era Portugués y por un sentimiento de hermandad ibérica se ofreció a ver que le pasaba al Pato Raudo. Resultó que tenía un micro cristal dentro de la cubierta. Me cobró tan solo 10€ incluyendo la cámara nueva, y me dijo que no dijera nada, que solo por el hecho de cogerme la bici debía haberme cobrado 40€ más mano de obra. El tío estaba hasta las pelotas de la vida en Noruega, me contó como había acabado allí, y lo mucho que echaba de menos pillar hierba decente, y que se iba a largar más pronto que tarde.
Tras dormir en la butaca y el suelo del ferry, necesitaba descansar, por lo que decidí tomarme ese día sin pedalear nada. Me dirigí al centro de la ciudad, donde encontré un camping a medio acondicionar, y por estar sin terminar, me cobraron poquísimo (2€ o así). Aproveché para lavar la ropa, limpiar la tienda, etc. Al no conocer todavía los super mercados de Noruega, entré en el primero que pillé. Craso error. 25€ una cena no-copiosa y medio desayuno. Eso sí, me llevé una alegría enorme al encontrar papel de combustión lenta, ya que en Dinamarca no encontré en ningún sitio y acabé hasta las narices de fumar con papel de combustión rápida. Pequeños placeres...
Esa noche, en el camping, conocí Jannika, una chica alemana (recordad la constante salvadora de los alemanes en mi viaje) que viajaba a pie. Me contó que viajaba con una amiga, pero unas pocas etapas antes se lesionó y tuvo que volver en tren a casa. Una loca de los animales, como yo, por lo que hicimos muy buenas migas. Más adelante me la volvería a encontrar.
A la mañana siguiente, con la bici arreglada, y bastante descansado, me puse gallito. Sentía que lo que estaba haciendo era en cierta manera una proeza. Iba a llegar al puto punto más septentrional de Europa. Iba a encontrar las auroras boreales. Iría a por el hito.
Sin embargo, la cura de humildad fue instantánea. Mientras yo recogía, llegó una pareja de alrededor de 70 años con sus bicis. Nada más llegar plantaron su campamento con una rapidez acojonante. Un talento-chorras que desarrollas en un viaje de este tipo es identificar que viajeros son auténticos pros por la manera en la que empacan/montan su equipaje. Con estos me quedé francamente pasmado. Lo siguiente que hicieron fue plantar dos banderas. Dos banderas de Korea del Sur. Obviamente tuve que acercarme a preguntar. Sí, venían desde Korea la mala. En bici. Con 70 años.
El primer día pedaleando en Noruega fue uno de los más duros de todo el viaje (y no fue el más duro porque más allá de lo puramente físico, no tuvo incidentes).
Como he comentado ya, no utilicé el apoyo eléctrico de mi bici durante el viaje a menudo, precisamente para tener el salvavidas en caso de necesitarlo. Pues bien, aquel día gasté la batería por completo, y tan solo avancé unos 60km. Venía de hacer alrededor de 100km al día sin ayuda del motor.
Los siguientes días conseguí avanzar bastante más, a base de ir bastante más lento y estar más horas pedaleando, conseguí volver a hacer +90 km por día, y pese a los continuos ostiazos a la cartera, y el destrozo físico, recorrí una de las zonas que más me gustaron de todo el viaje.
Empecé a coger pequeños ferrys (caros, para lo corto del recorrido) pues la alternativa por carretera a menudo son túneles que no permiten el paso de bicis.
Realicé el Trekking al Preikestolen - El Púlpito una formación rocosa simplemente espectacular que probablemente habéis visto en fotos. 600 metros de puro fiordo glacial.
El sitio es tremendo, y para asomarte, o vas gateando, o estás hecho de otra pasta. Eso sí, dejar colgar las piernas allí es una sensación bestial.
Y así seguí, saltando de isla en isla, esta vez con mucha menos montaña. El gps me metió a menudo por sendas de trail bastante dificiles. En varias ocasiones tuve que desmontar el equipaje, para salvar algún tramo, pasando el equipaje a pata, y luego la bici. Continué hasta llegar a una isla que siempre tendrá un lugar en mi corazón. Ombo.
La isla de Ombo tiene dos pequeños puertos, uno en cada punta de la isla, con cuatro o cinco casas alrededor. El paisaje es durísimo, pura piedra. La vegetación está adaptada a las duras condiciones. Las paredes de roca lloran por la humedad del ambiente.
Paisaje de Ombo
La crudeza de la isla conectó conmigo de una manera muy extraña. Pasé dos noches intensísimas allí simplemente recorriendo la nada a pie, en la casi más absoluta soledad. Ombo me asalvajó. Sentí que realmente conectaba con la naturaleza de una manera especial. Pasé muchas horas practicando Tai Chi, algunas de ellas, bajo la lluvia. Me bañé desnudo en aguas heladas. Me comí un pez que pesqué con una mosquitera*1. Dormí contemplando un cielo con más estrellas que espacio. Lloré y grité al vacío. Pensé mucho en mi propia vida, en cómo había llegado allí, y hacia donde iba, y al mismo tiempo, vacié la mente como no lo había hecho nunca antes.
Dudo mucho que vuelva a visitar la isla, pues estoy seguro de que lo que sentí allí fue simplemente la explosión de todo lo que llevaba dentro, de lo que había dejado atrás, de la adrenalina y la tranquilidad del viaje. De la soledad. De algo primario que siempre había sentido, y sin embargo, había mantenido a raya. Fue mi llamada de lo salvaje . No quiero empañar mi recuerdo de Ombo.
Uno de los puertecitos de Ombo
Tras mi paso por las islas, llegué a Haugesund, donde usé por primera vez Warmshowers, aunque en aquel momento buscaba compañía y no fue como esperaba. Me dirigí a Bergen, donde tuve una potra enorme. Bergen es la ciudad donde más llueve de Europa, pero cuando yo llegué, hacía un sol de escándalo, por lo que la gente estaba ultra animada. Todos en los parques haciendo picnics, muchas personas en ropa interior. Se palpaba la alegría en el aire. En fin, un jolgorio. Un grupo de universitarios me invitaron a sentarme con ellos y estuvimos toda la tarde hablando y bebiendo. Me contaron que llevaban una racha de más de 40 días seguidos lloviendo, y que aun así estaba lejos del record (más de 80 del tirón). Me dijeron que debía ir si o sí a Flåm (no eran los primeros que me lo recomendaron), que había una ruta espectacular para la bicicleta, y que muchos ciclistas de todas partes viajaban allí exclusivamente para hacer el descenso. Así que allí me dirigí. Básicamente subes una montaña en tren, y luego tienes 20 km ininterrumpidos de descenso, salvo por un par de subidas.
Descenso de Flåm, foto tomada desde el tren
Me cagué en todo lo cagable. El principio del trayecto es sobre rocas sueltas del tamaño de medio balón de fútbol. Supuse que para la bici de montaña era una gozada, pero con mi bicicleta híbrida y el equipaje, lo pasé realmente mal. Tuve que bajarme varias veces de la bici porque no había manera. En las curvas sentí que me saldría y moriría sin más. Me acordé de cada una de las caras que me habían dicho que debía hacer el descenso, pensando en si eran gilipollas o qué coño se les había pasado por la cabeza para recomendarme algo así, sabiendo que iba con equipaje etc. Bueno, tenían razón, pasados los primeros cientos de metros, las rocas desaparecieron dejando paso a un sendero/pista mucho más amigable. El camino serpentea constántemente, tiene algún túnel, y claro, unas vistas espectaculares, rodeado de arroyos. Y siendo to-pabajo pues la verdad es que es genial y lo disfruté como un enano.
Curiosa ¿vivienda?. Estoy de acuerdo, eso mismo para todos
Tras el descenso, seguí dirigiéndome al norte, sangrando mi cartera, subiendo alguna montaña con nieve, hasta llegar a Trondheim, donde me quedé en casa de unos colegas. Allí decidí que era suficiente, que debía volver. Me quedaba por recorrer en Noruega aproximadamente la misma distancia que la que llevaba recorrida desde que salí de Holanda. Un desfase. Noruega es extremadamente alargada, y para recorrer 100km hacia el norte, acabas haciendo 200km debido a su orografía de su costa. Algunos de los mini ferrys cuestan 10€, y algunos días te ves obligado a coger 3-4 ferrys o desviarte demasiado. Por el interior, implica hacerlo a través de los Alpes Escandinavos(De hecho la ruta habitual para llegar a Cabo Norte es a través de Suecia, precisamente para evitar los Alpes). Pese a que todavía hoy me sigue jodiendo no haber conseguido cumplir el objetivo que me marqué a medio camino, fue la decisión correcta. Cuando empecé a dirigirme al Sur, pasé frío. El Otoño avanzaba mucho más rápido que yo, y podría haber llegado a pasarlo francamente mal, y en el mejor de los casos mi economía se habría visto gravemente perjudicada (soy fumador y allí solo me compré un único paquete de tabaco de liar, 25€).
Quise al menos darle un intento a las auroras boreales, por lo que fui a Kristiansund y a pueblos de los alrededores. No encontré la luz del norte plenamente, aunque una noche si que se intuyó levemente. Una pena, pero al menos algo vi.
Cogí un tren que me llevó hasta el parque nacional de Jotunheimen, rodeé la cadena montañosa de Hallingskarvet hasta llegar a otro parque nacional, Hardangervidda, donde recorrí los 200 metros/salvese quien pueda huyendo de un Glotón que en realidad nunca me persiguió. En Noruega había visto fugazmente varios visones. Cuando vi al glotón pensé que era un visón, o alguno de sus primos, por lo que me puse a seguirlo. Normalmente los mustélidos son bastante esquivos, sin embargo, desde la distancia, este andaba con una chulería bastante peculiar. Cuando estuve más cerca, vi que era más grande de lo que parecía, lo que unido a la seguridad en su forma de andar me hizo darme cuenta de que era el momento de largarme cagando leches. Siempre me estudio la fauna de los lugares donde voy. Ver animales es uno de los principales motivos por los que viajo, por lo que para mi, es fundamental saber como actuar con cada uno. Encontrarse un glotón es muy raro, y no hay mucha información sobre como comportarse en caso de cruzarte con uno. Son auténticas bestias de la naturaleza. (De hecho el personaje de Marvel, Wolverine, es literalmente un glotón, y no un Lobezno. Los latinos si que mantuvieron el nombre real, pero en España se le cambió, supongo que por que la palabra "gloton" no muestra la ferocidad del personaje).
De wikipedia: "Es un carnívoro fornido con muy mal genio y musculoso, se asemeja más a un pequeño oso que a otros mustélidos. El glotón tiene una reputación de ferocidad y fuerza desproporcionada a su tamaño, con la capacidad documentada para matar a presas mucho más grandes que él."
Noruega tiene mucho que ofrecer en cuanto a fauna, renos, alces, osos, multitud de aves de presa...sin embargo, con la excepción del glotón, algún buho, y lo que os muestro a continuación en la foto, no tuve suerte.
Lución - El lagarto sin patas
Como digo en el pie de foto, el lución no es una serpiente, si no un lagarto que ha evolucionado hasta perder las patas.
Después de Hardangervidda, fuí a Oslo, donde tan solo pasé la noche. Dormí en un parque, justo al lado de un camping porque estaba cerrado. Oslo es probablemente la capital de Europa que he visitado que menos me ha gustado. Solo pasé unas pocas horas con luz en ella, por lo que mi juicio está lejos de ser justo, pero la verdad es que tampoco me dieron ganas de quedarme más tiempo.
Desde Oslo, emprendí mi camino hacia el sur, hasta cruzar la frontera con Suecia, en una etapa de más de 150km. La más larga hasta ese momento.
Muchos túneles están prohibidos para bicicletas, pero la vía alternativa te recompensa con paisajes como este.
Montaña y roca. Inhóspita. Solo el hielo desafía a la piedra. Noruega es el final del mundo. Pero como dijo Oscar Wilde: "Todo estará bien al final. Si no está bien, no es el final"
*1: Recordad que sigo una dieta vegana/vegetariana.