#254 No estaría de más que sacaras la Pedrolibreta y apuntaras, que te vendría bien.
#261 Ya sabes cómo es eckoo.
#270 Estoy de acuerdo en todo lo que dices, pero tú y yo sabemos lo consufo que es reducirlo todo a la "función social", porque de ser así, ¿en qué se diferencian anarquistas y comunistas? La función social pretende ser la misma, y si la ideología no importa, pues...
#274 El problema, Misantropía, no es que no representen el fascismo histórico y que por ello vengamos con el manual, sino que representan lo que es el nacionalismo reaccionario, el étnico, que fue, por ejemplo, la línea predominante durante el franquismo. Por ello hay que señalarlos como tal cosa, porque nos podemos encontrar con gente criticando el nacionalcatolicismo, pero a la vez haciéndose pajas con el nacionalcatalanismo o el nacionalgalleguismo. Creo que la paradoja es clara.
Mi cruzada contra VOX es la cruzada contra el nacionalismo étnico. Aquí entra todo este nacionalismo: catalán, español, vasco o gallego. Son la reacción pura y dura, la peor peste que ha existido. Puigdemont, Junqueras y Abascal no se diferencia en nada.
El fascismo como doctrina política no existe. Lo enterró la Unión Soviética cuando destruyó Berlín.
Dejo las reflexiones de Emilio Genitle, el mayor experto que existe sobre el fascismo italiano, sobre VOX:
Pero precisamente el caso que tú has citado ahora refuerza mi perplejidad respecto a la caracterización de estos movimientos y partidos de derechas, incluso de extrema derecha, como vuelta del fascismo bajo otros ropajes. Vox profesa una ideología nacionalista de inspiración católica, reafirma la primacía de la unidad estatal monárquica, se opone a los movimientos autonomistas y separatistas, y las organizaciones no gubernamentales que «persiguen la destrucción de la unidad territorial de la nación y su soberanía», exige «la máxima protección legal a los símbolos de la nación», incluida la lengua española excluyendo toda forma de bilingüismo regional; propone un proyecto de protección de la identidad nacional, «homenajeando a todos aquellos que, desde una perspectiva histórica distinta han combatido por España», con evidente referencia a la rehabilitación de la «memoria franquista». Por consiguiente, Vox es decididamente hostil a la inmigración indiscriminada, quiere deportar a los inmigrantes clandestinos, reclama la represión del fundamentalismo islámico. Finalmente, Vox se inscribe en la extrema derecha católica tradicionalista en su concepción de la familia, en la prohibición absoluta del aborto, en su oposición al feminismo.
Podría continuar enumerando los puntos fundamentales del programa que el partido de Abascal pretende llevar a cabo. Pero todos estos puntos configuran en conjunto un partido de extrema derecha nacionalista católica, que lo engloba junto a otros partidos de extrema derecha europea, pero en otros aspectos es muy distinto, si no incluso opuesto. Como opuesto es el estatalismo nacional unitarista, por ejemplo, al secesionismo originario de la Liga de Matteo Salvini, que, aunque ha atenuado su mito de la Padania, continúa propugnando el máximo autonomismo regional y se guarda de exigir la obligatoriedad de la lengua italiana.
Le preguntan:
¿Y la defensa de la familia tradicional, la prohibición del aborto, la homofobia, no son acaso características esenciales del fascismo?
Responde:
Entonces deberíamos considerar fascistas no solo todos los movimientos tradicionalistas católicos, sino también la Francia de la IV República, que prohibía el aborto, impulsaba a las familias prolíficas y vio crecer movimientos que se oponían a la inmigración y propugnaban la expulsión de los inmigrantes recientes. Entonces ¿era fascista Gran Bretaña, que en 1929 aprobó una ley para salvaguardar la vida de los recién nacidos castigando el aborto con la cadena perpetua? Y fascista era también la Unión Soviética, que en 1936 puso fuera de la ley el aborto, dificultó el divorcio y programó celebraciones nacionalistas de las glorias rusas del pasado zarista.
Como ves, es fácil constatar analogías entre el fascismo histórico y movimientos, partidos y regímenes del pasado y del presente que no eran fascistas o eran claramente antifascistas. El nacionalismo estatalista y el tradicionalismo católico no fueron exclusivamente fascistas, como el racismo y la xenofobia, que existían antes del fascismo, e involucraron también a movimientos y gobiernos antifascistas que se oponían y combatían al fascismo en los años de entreguerras. Partidos nacionalistas, partidos soberanistas, partidos católicos tradicionalistas, en la Europa actual, no pueden ser identificados con un presunto ‘fascismo eterno’, sin que se pierda la posibilidad de un conocimiento realista y racional de la realidad en la que vivimos, sumergiéndonos en una noche en la que todas las vacas son negras.
Por este motivo insisto en decir que no podemos prescindir del fascismo histórico para definir quién es fascista, y utilizar el término ‘fascista’ para movimientos políticos que no presentan en absoluto las características peculiares del fascismo histórico. O tienen incluso características contrarias.
Si son fascistas todos aquellos que presentan las características que tú has descrito, desde la primacía del Estado soberano, hasta el ensalzamiento del pueblo o la invocación del hombre fuerte, entonces eran fascistas los jacobinos, los patriotas que han luchado para tener un Estado independiente y soberano, los norteamericanos que votaron nada menos que tres veces para elegir a Franklin D. Roosevelt para la presidencia de Estados Unidos, los británicos que aclamaron a Churchill como premier en la guerra contra Hitler y los franceses que entre 1959 y 1969 eligieron a De Gaulle como jefe del Estado.
Resumiendo, si no queremos hacer ahistoriología, no podemos prescindir del fascismo histórico para definir quién es fascista, o usar el término ‘fascista’ para movimientos políticos que no presentan en absoluto sus características peculiares, o incluso tienen características opuestas al fascismo histórico, es decir, al fenómeno político que ha dejado su marca en la historia del siglo XX, imponiéndose en Italia en los años de entreguerras como partido milicia, régimen totalitario, religión política, regimentación de la población, militarismo integral, preparación belicosa a la expansión imperial, y convirtiéndose en un modelo de otros partidos y regímenes surgidos en el mismo período en Europa, para acabar luego arrollado y destruido por la derrota militar en 1945.
No podemos aceptar la fórmula ahistoriológica de la historia-que-nunca-se-repite-pero-que-siempre-vuelve-bajo-otras-formas. Y tampoco podemos inventarnos periódicamente una nueva definición de fascismo para denunciar quién es el fascista de turno. Si hiciésemos esto, imitaríamos a Karl Lueger, el popular alcalde racista y antisemita de Viena entre 1897 a 1910 que afirmaba: «yo decido quién es judío», reformulando esta declaración de otra manera: «yo decido quién es fascista».
Emilio Gentile, ¿Quién es fascista?