¡Tócate las tetas, Manuela!
El problema es que esta carta, como la pornografía, es mentira. Cumple con la fantasía heterosexual de la mujer-colega.
La carta neutraliza a la loca del coño, la neurosis femenina, y la convierte en una especie de sierva del macho sin personalidad que nunca le va a montar un numerito ni le va a controlar el móvil. El problema es que tanta gente haya visto algo utópico en esta carta.
Lo único que dice es que alguien quiere beber y dejar beber, tener amigos distintos, hacer viajes solos y tener inquietudes propias.
El problema es que esta carta solo dice lo que el otro quiere escuchar. Y amar no es complacer.
Manipulando la realidad de una forma enfermiza, porque si las cincuenta sombras de Grey nos hicieron sentir como putas de belcebú a todos los que hemos follado alguna vez, tu carta nos ha hecho sentir como verdaderos cabrones por amar con un mínimo de exigencia.
No nos engañemos, es bastante poco probable que en tu vida veas una eyaculación femenina y a todos, a no ser que seas de plástico fino, nos duele un poquitito la barriga si nuestro amor nos cuenta que ha hecho ojitos con alguien. El problema es que esta carta es compartida por mujeres que quieren seguir disfrutando de las salidas con sus amigas y por hombres que quieren espacio. El problema es que pone de manifiesto que las relaciones heterosexuales deben ser como una especie de castigo divino o de cárcel de oro.
La es un techo de cristal para la libertad femenina, un espejismo disfrazado con un filtro suicida de Instagram y con unas palabras sacadas de la parte trasera de una caja de tampones. En las relaciones de amor no hay que "permitir" nada: el otro ha de hacer absolutamente lo que quiera, siempre, y si ese lo que quiera no te hace sentir bien, puerta. Así de sencillo.
Cuando te lo pasas bien no tienes que mandar ningún mensaje a tu pareja porque se supone que estás presente y divirtiéndote. Nadie para un polvo con su pareja para mandar un mensaje a su mejor amigo u amiga para decirle que piensa en él o en ella.
Por eso hay espacios en los que no se puede entrar. Ni siquiera podemos hablar de tolerancia. Hay espacios que no son tuyos.
Los amigos del otro, en qué usa su tiempo libre, los viajes que quiera hacer y cómo use la seducción. Y si el otro no está no nos aburrimos ni necesitamos que nadie se sienta orgulloso de nosotros. No somos abrelatas de cerveza que siempre se van a comportar de manera correcta.
Porque si algo nos duele, gritaremos, tengamos o no tengamos razón. En el sentimiento no hay razón que valga.
Que no nos molesten con esas antítesis tan modernas y molonas (quiero ser hielo, caliente) que lo único que hacen es configurar una realidad bastante dañina para todos los que estamos en lucha por una igualdad real. Que dejen esa subversión de puerta de baño de colegio de monjas.
Soy la mujer que deseas
te corres en mi cara
y no me llamas
pero te hago tostadas
y hablamos
y me comprendes mientras me das nalgadas en el culo
y yo no chillo nunca
porque yo te amo
me siento libre
porque soy soltera contigo.
Que nos dejen de jodernos el percal, que bastante nos cuesta a nosotros no tener peloteras por culpa de la taza del WC meada para que vengas tú con tu puñetera cartita a hacernos sentir culpables por nuestra rutina llena de altibajos, histerismos y dudas.