Los Veinticinco no sacaron el espinoso tema de los vuelos de la CIA - El líder de EE UU se refirió a Guantánamo e insistió en que lo cerrará - Sólo 15.000 personas asistieron a la manifestación.
Viena- El George W. Bush salió airoso ayer de Viena. Toda la artillería que la Unión Europea había preparado para la visita del mandatario estadounidense quedó reducida a buenas palabras y a las mínimas críticas por el centro de detención en Guantánamo. De los vuelos de la CIA ni se habló. Europa y EE UU acordaron una estrategia energética común y mostraron su disposición a afrontar los retos de la política exterior.
El palacio imperial de Hofburg, residencia de la emperatriz Sissi, fue el lugar elegido para escenificar las óptimas relaciones entre ambos lados del Atlántico. Un marco inmejorable, entre mármoles y lámparas de cristal, donde las críticas a Guantánamo quedaron en segundo plano. Si en días previos, los representantes europeos habían manifestado su firme propósito de pedir el cierre de la prisión, tuvo que ser Bush el encargado de introducir el tema, como señaló al término del encuentro el canciller austríaco y presidente de turno de la UE, Wolfgang Schüssel.
Bush transmitió a los representantes europeos su deseo de acabar con Guantánamo y compartió la preocupación que la situación de los presos provoca en Europa. «Nuestra discusión de hoy ha ido más allá del cierre de Guantánamo, porque tenemos problemas legales, áreas grises, que solucionar», declaró el presidente norteamericano, al tiempo que matizó la necesidad de encontrar una salida para que los presos sean liberados y enviados a sus países de origen o acusados. Según Bush, el Supremo estadounidense debe determinar la instancia adecuada para procesar a «algunos prisioneros que son verdaderos asesinos a sangre fría».
Una vez más, el líder norteamericano justificó el centro de detención en Cuba apelando a la nueva situación creada tras los atentados del 11-S. Una visión que el canciller austríaco reforzó al señalar: «No debemos ser ingenuos ante la nueva amenaza». Sólo la pregunta de un periodista austríaco truncó el buen ambiente de la rueda de prensa. «Señor Bush, ¿qué le parecen las encuestas que dicen que el 64% de los austríacos le consideran el mayor enemigo de la paz mundial?». A lo que un exaltado Bush contestó: «No gobierno de acuerdo a las encuestas, hago lo que pienso que es correcto para mi país y para el mundo».
Con el zumbido incesante de los helicópteros policiales de fondo y en menos de tres horas, la UE y EE UU acordaron una estrategia de cooperación energética que garantice los suministros. Ambas partes decidieron crear un grupo de alto nivel que discuta el cambio climático. Asuntos como las limitaciones de visados americanos a algunos países comunitarios quedaron sin resolver.
Bush aprovechó la oportunidad para lanzar sendas advertencias a Irán y Corea del Norte. Al primero para que ponga fin a su programa nuclear. Y al segundo para que suspenda su anunciada prueba balística de largo alcance. Bush llegó a decir que «comprende» que mucha gente no entendiera la invasión y la guerra en Irak, pero aseguró que es «absurdo» pensar que EE UU puede ser «más peligroso que Irán».
