Llegar a tocar la sensibilidad del espectador. Pero ¿A qué precio?. En estos días en los que la fragmentación de la audiencia con la llegada de nuevas cadenas privadas, la llegada de la TDT y el interés cada vez mayor de nuestra generación hacia internet, en detrimento de las ondas catódicas está provocando el antónimo a la búsqueda de calidad. Se agudiza el ingenio con el fin de encontrar más morbo, se abre la veda de el 'todo vale'.
Ana Rosa y el Tuenti
Ana Rosa Quintana que ve, como en su día le ocurriera a Maria Teresa Campos, cómo le afecta el ciclo generacional, desbancándola de su trono mañanero en favor de su más directa competidora, Susana Griso, ha decidido emprender una infame cruzada contra las redes sociales. Según argumenta, tuenti o facebook podrían estar manipuladas por CIA y FBI. Podría ser, sinceramente, pero mucho me temo que su deducción no llega de la mano de un meticuloso estudio en la University of Cambridge, sino rezuma más bien cierto olor a "genialidad" derivada de una sobremesa dominguera, con alguna película de serie B con parecido argumento de la que nadie recuerda su nombre y en telecinco, claro.
No acaba aquí, la segunda de sus opiniones dista todavía más de una coronación como reina de la vanguardia mediática. Según su criterio (si es que tiene alguno), las redes sociales no hacen más que fomentar el autismo juvenil, el abandono de los parques y un desgaste progresivo de las relaciones sociales físicas. Un argumento trillado que podría haber llegado perfectamente de boca de mi bisabuela. Y que además no es cierto. Nadie mejor que nosotros, que hemos sido una especie de colonizadores en esto de la red, pioneros en formarla y mejorarla entre todos, no nos egañemos, tenemos bien claro lo que son las relaciones interpersonales. No recibimos clase online, la mayoría de nosotros o se pasa 8 horas en colegios y universidades o bien se las pasa trabajando como todo hijo de vecino. No, no decimos 'xD' a nuestro compañero de pupitre cuando dice algo gracioso y, sí, los fines de semana se sale. La gente lo hace siempre que puede y le apetece.
La templaria Ana Rosa y el por qué
Por tanto, si a base de ahondar en el tema, todos aquellos que le dedicamos cierto tiempo, me da igual cuanto, a redes sociales, chats y demás herramientas en línea ¿A qué le dedicamos menos tiempo?. A la televisión. Cuando Ana Rosa era jóven, en la época en la que los romanos vestían con toga, los niños se sentaban a ver Barrio Sésamo frente al televisor con su bocadillo de nocilla o su vaso de leche con galletas. Ya no. La gente lo hace viendo algún capítulo atrasado de Nauruto en su un PC, alguna serie de renombre que sólo se ha estrenado en TV por cable o hace cualquier cosa antes que sentarse a debatir las historias del Diario de Patricia, o no. Pero puede elegir, antes no. Esta cruzada, digna de la Orden de los Templarios, en la que Ana Rosa se embarca junto a un conjunto de super periodistas, mesías del porvenir de las próximas generaciones, tendría algún sentido si la afamada periodista tuviera un programa propio o una productora. ¡Anda!¡Pero si tiene las dos cosas!. Falsa moral, demagogia o como queráis llamarlo, pero en este caso sinónimo de una publicidad encubierta, de un firewall en contra del medio más dañino para la televisión, una pretensión un tanto utópica de querer controlar las tendencias contemporáneas y venideras. Imposible.
Y Marta ¿Qué?
Esta misma señora, plagiadora de un libro y dueña de la productora 'Cuarzo', que pretende con su influencia mediática crear una especie de código deontológico para el comportamiento adolescente y su cultura, podría echarse una mirada a su ombligo y darle una vuelta de tuerca a los contenidos de su programa. O lo que es lo mismo, echarle una dosis de anticaspa. Aplicarse ese mismo código ético para que no se vuelva a repetir lo de estas últimas semanas. Esa encarnizada lucha en pro del amarillismo y sensacionalismo, en la que no ha dudado en emitir todo tipo de documentos visuales, personales e íntimos, del caso de Marta del Castillo, la jóven asesinada en Sevilla. Todo ello escudado, por supuesto, en el derecho a la información. Derecho a la información, no. Estoy muy a favor de campañas de búsqueda de personas desaparecidas, en cuantos más medios mejor. Pero desgraciadamente vícitmas hay muchas, y casi todos los días, de eso no se puede sacar tajada, no se puede, lo dice la moral. Como tampoco se puede, o más bien no se debe, utilizar el tirón mediático que comprende la movilización y solidaridad de un país entero, volcado con la causa, para rascar en un caso ya casi obsoleto hasta contarnos de qué color llevaba los calzoncillos el presunto asesino el día que fue detenido, en portada y como notición del día.
Eso sí es preocupante. Atenta contra el periodismo íntegro, desde luego. Para eso, me quedo en el Tuenti y, si quiero, leo por internet el País, que también puedo.
dálmata
