Una isla. Mágica, dicen. Guarda nada menos que la luz de la vida, la muerte, la reencarnación, el conocimiento, el tiempo. Mantiene la existencia tal como la conocemos. Podría decirse que incluso es el eje de la existencia, del universo. Está claro que algo tan importante necesita protección. El problema es que tienen que protegerla seres humanos. No hay dioses. Pero los humanos son imperfectos por naturaleza. Ignorantes, tramposos, asesinos, mentirosos, torpes, egoístas. Al final, se vuelven locos si tienen que estar solos en una Isla durante siglos, quizá milenios. ¿Quién puede culparles?
La historia de Lost parte de un grave error. El error de una mujer, guardiana de la Isla, que en su egoísmo para librarse de su carga, mata a una madre y le roba sus dos bebés recién nacidos para que uno de ellos sea su sucesor. Pero no es capaz de formar una familia sana, no es capaz de educar correctamente a sus hijos "adoptivos". Muere asesinada por Hermano, el gemelo sin nombre. De esta forma, Madre consigue librarse de su puesto como guardiana pero a cambio, Jacob y Hermano acaban enfrentados para siempre, con el agravante de que no pueden matarse el uno al otro, pues así lo decidió su "Madre", convencida de que era la mejor forma de mantener unidos a ambos hermanos. Madre no sabía establecer lazos afectivos con otros humanos, sólo utilizar su magia, pues era lo único que conocía.
Como venganza por el asesinato de Madre, Jacob lanza a su hermano al mismo pozo de luz que tiene que proteger. Dado que está prohibido que Hermano muera en sus manos, Jacob provoca una paradoja: Hermano muere físicamente y al mismo tiempo permanece vivo como una entidad que conocemos como Humo Negro (¿su espíritu quemado por la luz, un demonio, un trozo de sombra?). Hermano sufre lo que ya les había advertido Madre: un destino peor que la muerte. Este es el pecado de Jacob: crear un ser aparentemente inmortal, enloquecido, con sed de venganza y destrucción, atrapado en una Isla de la que quiere huir aunque eso suponga acabar con ella. Y para intentar repararlo, Jacob iniciará una catastrófica cadena de errores durante los siguientes 2000 años.
Con tal de traer gente nueva a la Isla, provocará accidentes y naufragios, engañará a personas con falsas promesas para retenerlas en ese lugar... Gente de todas las culturas y religiones, que con el paso de los siglos aportan a la Isla un complejo amalgama de mitologías, rituales y simbolismos. Civilizaciones extinguidas de las que sólo quedan algunas ruinas y artefactos: el legado de sus intentos por comprender los secretos de la Isla, sus intentos de supervivencia, sus intentos de huir de allí. Con el paso de los siglos, Jacob llega a formar un grupo de personas (los Otros) para hacer frente al Humo Negro. Todo en vano, pues al final, siempre, una y otra vez, los habitantes de la Isla acaban matándose unos a otros, corrompidos o exterminados por el Humo Negro. Muchos intentan aprovecharse de las propiedades únicas de la Isla. La mayoría acaban ignorando las directrices de Jacob en su propio beneficio (a menudo, guiados por los engaños del Humo Negro, que ejerce de poder en la sombra, siempre tejiendo su venganza y su huida).
Y la gente siempre atrae a más gente. Los misterios de esa Isla remota atraen como un imán a aventureros y a buscadores de tesoros, pero también a compañías como Iniciativa Dharma, quienes experimentan con lo que ellos llaman electromagnetismo, y lo aplican a la biología, a los viajes temporales, a la sociología, a la climatología, a las matemáticas, a la zoología... Jacob permite que toda esa gente llegue y se quede en la Isla, porque sabe que tarde o temprano, su hermano encontrará una forma de romper el bucle y matarle. Y para entonces, Jacob necesitará haber encontrado otro guardián que le sustituya. Siempre elige gente solitaria, con vidas mediocres. Gente que huye de algo y que quizá encontrará en la Isla su salvación. Gente como él. Porque alguien con una vida plena fuera de la Isla, no querría quedarse a protegerla. Es, por supuesto, una actitud egoísta. Jacob sólo quiere reparar su error, aún a costa de cientos, miles de muertes y desgracias. Es irónico, porque su misión era mantener la Isla aislada, pero su obsesión hace que la Isla siempre esté habitada, que siempre haya gente que la localice y la ponga en peligro. Sin embargo, Jacob confía en que habrá alguien que consiga redimirle, demostrarle que tiene razón, que los humanos también pueden ser buenos y sacrificarse por el bien común. Alguien que se convierta en el buen guardián que él jamás pudo (o no supo) ser.
Un día cualquiera, el avión Oceanic 815 con destino Los Ángeles cae sobre la Isla. Quizá por culpa de un cúmulo de casualidades, quizá por esa fuerza que llamamos Destino. De entre los supervivientes del vuelo, Jacob había elegido con anterioridad a varios candidatos, como llevaba haciendo desde hace siglos. Un cúmulo de casualidades provocan que Desmond esté destinado a no pulsar el botón del Cisne a tiempo, y el avión caiga. Otro accidente rutinario en la larga trayectoria de la Isla.
Lost es la historia de estos supervivientes. Es la historia de su vida anterior fuera de la Isla, donde sus equivocaciones, miedos y frustraciones les han llevado a huir de todo, incluso de ellos mismos. Suben a ese avión para escapar. Y así se convierten involuntariamente en otras piezas en el tablero de la Isla. Las circunstancias y la lucha ancestral de dos hermanos les han llevado hasta allí. Pero eso sólo es la excusa para conocer a estos personajes, indagar en qué les llevó hasta aquel avión. Flashback a flashback, vamos comprendiendo los motivos de su huida; al ahondar en los secretos más íntimos de su pasado, descubrimos también porqué actúan como actúan en la Isla.
Y ante todo, Lost es la historia de la redención de estos supervivientes. Porque su estancia en la Isla les transforma a todos. Las aventuras, las experiencias. La gente que conocen. Sus sacrificios, sus decisiones. Paso a paso, sin darse cuenta, van librándose de todo aquello que les torturaba. Se enfrentan a sus miedos. Ya no quieren huir: ni de su pasado, ni de la Isla, ni de sí mismos. Consiguen estar orgullosos de ser quienes son. Hacer algo importante en su vida, por poco que sea. Se redimen. Todos, juntos o individualmente, aportan su granito de arena para romper el ciclo vicioso que crearon Madre y Jacob hace tantos siglos.
Forjan su propio destino (a veces literalmente, aunque no lo sepan: viajan al pasado para provocar el Incidente que, con el tiempo, haría caer el avión en el que viajaban). Cada muerte, cada sacrificio es una baldosa más en el largo camino que nos acerca al objetivo. Finalmente, los supervivientes acaban con el Humo Negro, mantienen la Isla a flote y como colofón encuentran al candidato perfecto para protegerla: Hurley, generoso, amable y bonachón. Alguien que, al contrario que Jacob, le pide ayuda a su antiguo enemigo, Ben, para proteger juntos la Isla. Con la buena fe de uno y la experiencia del otro, sabes que se abre una nueva etapa para la Isla. Se acabaron las reglas absurdas, los sacrificios inútiles y egoístas. Redimiéndose, los supervivientes consiguen reparar el pecado de Jacob. A pesar de todo, Jacob tenía razón. La Isla está a salvo, la Humanidad también.
Lost, finalmente, es la historia de cómo estos personajes mueren en paz, cada uno en su momento, cuando les llega la hora. Aceptan sus errores, cierran viejas heridas, sueñan con aquello que podría haber sido y no fue, comprenden que han vivido la única vida posible, y que así tenía que ser. Se examinan por última vez en el espejo del tiempo. Sólo cuando comprenden y aceptan cuánto les cambió la vida la Isla, para bien y para mal, cuánto les marcaron las personas que allí conocieron, sólo entonces están preparados para avanzar. Reencontrarse. Dar juntos el último paso. No les quedan rencores ni remordimientos. ¿Es el purgatorio? ¿Es el último viaje en la barca de Caronte? ¿Es la vida entera pasando ante sus ojos momentos antes del final inevitable? ¿Son fantasmas a punto de traspasar el portal al otro mundo? ¿Se reencarnarán en una vida mejor? Cada religión, cada persona tiene sus propias creencias acerca de cómo son los segundos previos a la muerte, y de qué es la propia muerte (ahí está ese detalle brillante de una Iglesia con iconografías de las principales religiones: cristianismo, judaísmo, budismo, taoísmo, islam, hinduismo).
Lost nos ha hablado de fe y ciencia, del bien y el mal, de mitologías extrañas y de inexplicables misterios, de la humanidad, de la vida, de la muerte, de relaciones personales, de ciencia ficción, de casualidad y Destino. Pero siempre desde la óptica de sus personajes. Por eso, al final lo realmente importante es que los personajes de Lost se despiden de la vida (la suya y la nuestra) acompañados por la gente que más ha significado para ellos: los demás supervivientes. Sus compañeros de viaje. Gente con la que, fuera de la Isla, cuando huían y se creían solos en el universo, ya estaban relacionados de alguna u otra forma, pero a la que no conocieron realmente hasta encontrarse juntos, por casualidad y por Destino, allí. Y, precisamente porque aprendieron y evolucionaron juntos, juntos aceptan la muerte y acogen con una sonrisa lo que sea que les espere después. Hemos llorado, sufrido, disfrutado y reído con ellos, pero toca despedirse. Ya no son fugitivos, ya no están solos.
Porque al final del día, en realidad no buscamos grandes respuestas sino pequeños consuelos. Por encima de todo lo que nos ocurra en la vida, muy por encima de todos nuestros problemas, vivencias, preguntas sin resolver, dudas, logros, pequeñas aventuras, disgustos, satisfacciones... en el fondo lo que todos queremos, lo que todos necesitamos es no morir solos, morir en paz, sentir que la vida ha merecido la pena.
Y mirad cómo sonríen todos, abrazados a su constante, mientras la luz les rodea. Mirad cómo sonríe Jack, acompañado por el fiel Vincent, al ver un avión sobrevolando sin problemas la Isla que él acaba de salvar. Ha merecido la pena. No hay lugar a dudas.
Adiós, Lost.