Estaba yo currando de repartidor con 16 años hace ya mucho tiempo, cuando telepizza aun vendía comida plausible y el 2x1 de medianas a 10€ era gloria bendita.
Era febrero, hacía un frío del carajo en Murcia. Me dice el encargado que hay un envío a la fama -zona a la que con los años se ha dejado de repartir por seguridad de los pilotos- y yo, con los cojones en el cuello me pongo el casco y voy preparando el motociclo. Me dan mi envío: 3 familiares de bacon con 4 extras de queso... menuda puta mierda pensé para mi, cuando una pizza lleva tanto queso fundido con el más mínimo movimiento de la moto se amontona todo en una esquina y se queda asqueroso.
Me encontraba ante una de las peores situaciones que un repartidor del telepi puede sufrir: frío, tener que ir a la fama y que las pizzas lleven mucho extra de queso.
Poco a poco me voy acercando, con cuidado de no balancear mucho la moto para no joder el premio de las cajas. Cuando empiezo a ver las farolas naranjas titilantes de las fabelas un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Ojalá no haya movidas pensé yo. Pobre de mi.
Nunca te das cuenta de cuanto ruido hace tu scooter de mierda hasta que intentas ser silencioso con ella. Llevar ese vehículo por los callejones de la fama era como ponerse un altavoz en la nuca que dijera "venid a robarme desgraciados, tengo cosas ricas".
Intento no pararme, pero hay confusión con la dirección. Gracias gobierno por hacer que todos los putos edificios de los barrios de protección oficial sean iguales. No se si estoy en la calle 10 o en la 42. Está todo lleno de mierda, huele a pis, hay un perro sarnoso tirado en el suelo , las papeleras están quemadas y cada vez se encienden más luces en los balcones de los vecinos.
Miro mi minimapa, titubeo nervioso, estoy en la casa.
Llamo y no responden. Llamo dos veces y no responden. Me estoy empezando a poner nervioso. Tenía que haber dejado la moto encendida por si tengo que salir ciscando de allí, pensé.
A la tercera me responde una gitana de malas maneras. Le digo que soy el repartidor y su humor mejora considerablemente. Abre el portal, subo por las escaleras tres pisos y llamo a la puerta. Me abre otra gitana, gorda, muy gorda. Son 32,50€ señora. No me quieren pagar porque dicen que he tardado mucho. Me quitan las pizzas de las manos y ya están dentro de casa. Me veo en el portal de un piso de gitanos discutiendo con una familia de escorias sobre el echo de que no pueden quedarse unas pizzas que ya tienen sin pagarme un dinero que no van a darme. Me iba a mear encima, estaban empezando a salir gitanos de todos lados para defender a esa mugrienta masa de grasa marrón. Me voy de allí sin cobrar y sin pizzas.
Fuera del bloque, ya en la calle, me doy cuenta de que la moto ya no está. Se la han llevado. La sensación de desasosiego es gigantesca. Estaba preocupado por si me iban a descontar del suelo las pizzas pero esto ya estaba en otro nivel. Con el puto frío, en el barrio de la fama a las 11 de la noche, sin moto y bastante lejos del curro o de mi casa, me dispongo a caminar hasta salir de aquel infierno.
Apenas había andado unos pasos me encuentro a dos gitanos con mi moto, gritándome cosas. Que si la moto era mía, que si se la regalaba, que si llevaba el dinero de las pizzas... No había cobrado pero si tenía unos 15€ en monedas para el cambio. Los gitanos se acercan con mi propia moto y me empiezan a tocar la chaqueta. No saco las manos de los bolsillos y sigo andando preocupado y muy acojonado. Se baja uno de la moto y me dice que me parece, que le de el dinero de las pizzas o me raja. Le digo que no llevo dinero, que no me han pagado. Tonto de mi, llevo tantas monedas que hacían tela de ruido si me movía bruscamente. Me da un empujón y se escucha toda la chatarra. Dice que le de el dinero muy enfadado así que empiezo a sacar calderilla y se la doy toda. El otro tio dice que le de la jodida chaqueta de pizzoleto así que me la quito y se la queda también. Por suerte se piran con mi ropa, el dinero y la moto y yo me quedo jodido y congelado en la calle.
A la hora y cuarto llego otra vez a la pizzería y el encargado me pregunta que donde estaba. Le explico lo que ha pasado y dice que va a llamar a la policía.
Después de denunciarlo y de que pasaran varios meses la policía me llama a casa por telefono y me preguntan si podría ir a declarar a comisaría. Me acerco por la tarde a la hora que me citan y me empiezan a hacer preguntas con referencia a los gitanos y a aquella noche. Me hacen la del poli bueno y poli malo y yo , confundido, nervioso y asustado les digo todo lo que se. Cuando piensan que no miento me explican que esos gitanos que me robaron pasan droga y que se dedican a ir por ahí con la moto del telepizza y la chaqueta de pizzoleto vendiendo porros y hachis a la gente. Teledroga se apodan y están pasando mucha mierda. La poli pensaba que yo estaba implicado por ser tan joven y porque la moto había desaparecido en extrañas circunstancias.
Al poco los pillan y me piden que vaya a ver si los reconozco. Me ponen a 6 gitanos en fila y me dicen que hay uno de los que me robaron entre ellos. Señalo al jincho con el dedo y se miran asintiendo.
Después de varios juicios los dos gitanos van a la carcel gracias a mi declaración y mi reconocimiento. Resulta que los dos eran hijos de la gorda de las pizzas y tenían todo planeado para quedarse las pizzas y el dinero desde el principio pero no se imaginaban que la cosa iría tan lejos.
Los gitanos cabreados fueron al telepizza un sabado que curraba y se pusieron a gritarme. Acojonando a mis compañeros de trabajo les sacaron donde vivía así que fueron a mi casa a ladrarle a mis padres.
Los muy hijos de puta mataron a mi perro cuando mi madre lo sacó a pasear. Mi jodido perro, lo quería mucho, DEP Sandokan.
Cabreado e iracundo cogí las dos escopetas de mi padre y me fui a la fama. Empecé a disparar contra todos los gitanos de la 42 que veía. Caían como moscas gritando en su idioma y maldiciendo en el nuestro. Pronto empezaron a silbar disparos de vuelta desde los balcones. Me cubrí detrás de un twingo y una c15 y disparé de vuelta. Sandokan esto va por ti! pensaba mientras recargaba los cañones. Ni corto ni perezoso cargue contra ellos exponiendome a las balas hasta que una me alcanzó en el hombro. Caí al suelo fulminado. Perdí el conocimiento y desperté en la arrixaca del palmar, encamado y vendado. Mi madre lloraba a mi lado mientras dos policías escoltaban la habitación.
Se me acercó una enfermera y me dijo sin tapujos: me lo he inventado todo.