“Estamos viviendo el colapso climático en tiempo real”, advierte António Guterres el día que se abre en Dubái una cumbre a la que no asistirán los presidentes de EE UU y China, aunque sí sus equipos negociadores
La cumbre del clima de la ONU, la COP28, se ha abierto este jueves en Dubái con una alarma que, desgraciadamente, no parece nueva. Lleva sonando demasiado tiempo sin que se le ponga coto al origen del problema: las emisiones de gases de efecto invernadero cuya fuente principal hay que buscarla en los combustibles fósiles que alimentan la economía mundial. Mientras el nivel de concentración de estos gases en la atmósfera vuelve a marcar un récord, es casi seguro que 2023 se vaya a cerrar como el año más cálido que se ha registrado desde al menos 1850, cuando comienzan las series de mediciones directas de la temperatura. Ese año también es el que se toma como referencia para el arranque de esta crisis, porque fue el momento a partir del que el ser humano empezó a usar de forma masiva el carbón, el petróleo y el gas.
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De fondo, estará una crisis climática que ha llevado a que este año la extensión del hielo marino de la Antártida registre mínimos históricos. O a que las temperaturas de la superficie del mar y la subida del nivel del mar estén también en niveles récords. O a que este 2023 se encamine a ser el año más cálido de los registrados hasta ahora.
Son todo señales de la crisis climática. Pero, quizás, las que más golpean en lo inmediato sean los eventos meteorológicos extremos, que están ya aumentando en intensidad y frecuencia debido al cambio climático. “Importantes inundaciones y crecidas, ciclones tropicales y episodios de calor extremo y sequía, con los consiguientes incendios forestales asociados”, enumera la OMM. La lista que hace en su informe anual es grande e incluye, por ejemplo, las inundaciones causadas por las precipitaciones extremas debidas al ciclón mediterráneo Daniel en Grecia, Bulgaria, Turquía y Libia. El análisis destaca el reguero de muertes que esta tormenta dejó en este último país.
El calor extremo fue otro de los eventos que destaca el informe y que “azotó muchas partes del mundo”. “Algunos de los episodios más significativos se produjeron en el sur de Europa y el norte de África, especialmente en la segunda quincena de julio, cuando el calor fue intenso y excepcionalmente persistente”, explica la OMM. Al otro lado del Atlántico, en Canadá, la temporada de incendios forestales “superó con creces todas las anteriores”. “La superficie total quemada a nivel nacional hasta el 15 de octubre fue de 18,5 millones de hectáreas, más de seis veces la media decenal (2013-2022)”, explica la OMM. El fuego más letal tuvo lugar en Hawái, donde se notificaron al menos 99 víctimas mortales debidas al que fue el incendio más mortífero de los últimos 100 años en los Estados Unidos.
En el Cuerno de África, el análisis de 2023 destaca que “cinco temporadas consecutivas de sequía estuvieron seguidas de inundaciones, que provocaron aún más desplazamientos”. Y en muchas partes de Latinoamérica se intensificó la sequía: en el norte de la Argentina y Uruguay, las precipitaciones acumuladas entre enero y agosto fueron entre un 20% y un 50% inferiores a la media.
“Un calentamiento global récord debería provocar escalofríos en los líderes mundiales”, ha afirmado este jueves Guterres en un mensaje grabado en vídeo para la presentación del informe de la OMM. El secretario general de la ONU ha recordado que existe una “hoja de ruta para limitar el aumento de la temperatura global” y “evitar lo peor del caos climático”. Y eso pasa por triplicar las energías renovables esta década, doblar la eficiencia energética y que los países se comprometan “a eliminar gradualmente los combustibles fósiles” con un calendario claro para que a partir de la segunda mitad de siglo hayan desaparecido prácticamente las emisiones de efecto invernadero que provocan el petróleo, el gas y el carbón.
La realidad es tozuda, desgraciadamente.