Como todos los lunes, me dirijo a ingresar mi usufructo oscuro semanal, el B de rigor, como buen español de clase media que se precia y practica el pluriempleo, ya no únicamente para fines de subsistencia sino más bien para poder hacer frente a los gastos que se desarrollan de sus actividades ociosas, calificadas como "hobbies": videojuegos de colección, automovilismo, sexo y, figuritas cual gordo friky de los Simpson.
Generalmente, mis ingresos por actividades extra-laborales, lícitas todas ellas -en cuanto a salud pública, enfunden su arma, agentes- no suelen superar los 300 euros semanales. De hecho, no son pocas las semanas en las que no llegan siquiera a 20 euros. Por todo esto, puedo decirle a los señores de hacienda que seguramente estén leyendo ahora mismo este post, en este nuestro gran foro (calculo unos 600 o 700 funcionarios trajeados de 9,5 en empresariales) que no aprieten el botón de reporte y/o detención policial in situ, ya que estos ingresos me suponen unos 2.999 euros anuales, y algunos años, dicha cifra ni se acerca, la muy mísera.
Para mi sucursal bancaria, humanamente compuesta por mi agente "particular" (un buen hombre, para ser de banca, todo hay que decirlo) y el director de oficina (un buen judío, para ser judío, todo hay que decirlo et quaeso veniam ad nigrum humor) no supongo un mal cliente, ya que no debo ni un sentavo, la wea. Sin embargo, y no por modestia, tampoco soy precisamente el perfil de cliente al que le suprimen las comisiones por miedo a que se te vaya. Sencillamente soy un cliente correcto, sin más, y cumplo con mis deberes, y, sin más, recibo educación en la atención y buen trato. Eso es todo. Conforme.
Pues bien, por casualidades de la vida, y completamente ajeno al nivel laboral, más bien al contexto de lo lúdico y legal (que no ilegal), han llegado a mis manos 6.000 euros clavados en metálico. Por supuesto, ya que no pertenezco a las altas esferas del país, ha sido sentirlos en mi mano y exhalar una gran ilusión, ya que hacía bastante tiempo que no tocaba físicamente una cantidad de dinero similar. Es bonito tener dinero, debe serlo, vamos.
Como ciudadano de a pie que soy, que no vulgar, me he visto en la necesidad de rápidamente ingresarlos en el cajero automático, por aquello de que si entran a robar en casa, sólo puedes declarar un tope de 1.200 euros al seguro, y como creo en la existencia de la Ley de Murphy, los he enviado directos a la cuenta corriente: varios días de ingresos en distintos cajeros durante la semana pasada, y ya está.
Pues cual ha sido mi sorpresa, que esta semana que estamos finalizando, me acerco como casi cada Lunes a mi sucursal bancaria y veo que hay cola. Esta no es la sorpresa, ya que la cola es la misma de siempre, es decir: jubilados que, desafortunadamente, tienen que venir a que les adelanten la pensión y parados con tres carreras que van a dejar su cv. Kiev, yo te venero.
La verdadera sorpresa ha sido, que al entrar en la oficina, y tras darse cuenta de mi presencia a través de su persiana entre-bajada, el director de oficina, ha interrumpido una conversación con su cliente, se ha LEVANTADO de su silla, ha cruzado la sala de "ventas" y ha venido directo hacia mi. Me ha dado los buenos días, me ha dicho que "hacía calor para ser Febrero" (traduzco: ha sido bastante agradable conmigo, más de lo habitual) y me ha preguntado si necesitaba algo en especial, ya que había cola y le SABÍA MAL (en castellano: lamentaba) que tuviese que hacer tanta cola.
Mi asombro ha sido magno, más bien, sin parangón. No me lo podía creer. Por supuesto, no puedo decir que este hombre haya sido jamás una persona desagradable conmigo, pero nunca antes había notado en él el mínimo atisbo de simpatía deliberada y amabilidad sin igual. A continuación, me ha rogado disculpas por abandonarme un instante para dirigirse a su cajero y susurrarle algo al oído, en consecuencia, este inmediatamente se ha dirigido verbalmente mirando hacia mí y, desde lejos, me ha saludado con un efusivo: "¡hombre, buenos días! ¡qué tal estamos!".
"Acañonadado me hallo" (he respondido hablando sólo, y por lo bajo, cosas de mi incontinencia verbal). Él ha seguido con la sonrisa en su rostro y ha continuado con su tarea de att. al cliente.
Mi moraleja ante todo esto, no hace referencia la hipocresía bancaria, pues en ningún momento he sentido odio, ni he pensado "que falsedad". En absoluto. Sencillamente he llegado a la conclusión: ¿tan mierda, mediocre, bajo, cutre, de poca monta es este país que cuando alguien ingresa una cantidad mínimamente (repito, mínimamente) sustancial, ya le tratan como al Rey León? ¿Hemos llegado al punto de tener que considerar que 6.000 euros de golpe, marcan la diferencia? ¿Es así como debe sentirse un millonario, todos los Lunes, cuando por poco le meriendan el miembro durante media hora y le ríen los chistes malos?
¿Es España un país de cutres porque se haya nacido así (por idiosincrasia popular desde los inicios de su historia) o se hace así en épocas de crisis?
Dementable. De verdad os lo digo, no me puedo creer que una cantidad de dinero, a priori, perecedera en menos de 5 meses mediante un nivel de vida sin grandes lujos, pueda significar la diferencia entre la amabilidad sin más y el peloteo más obvio a la par que absurdo.
Buenos días tengáis todos.