Habemus tipos bajos, por si alguien mira, es buen momento de variable.
Los mercados anticipan cinco años más de tipos negativos y diez por debajo del 1% y la revisión de la norma bancaria se extenderá hasta 2027
La banca española había elaborado sus últimos planes estratégicos trienales pensando en una lenta y gradual normalización de la política monetaria a partir de 2019. Por eso, la decisión del Banco Central Europeo (BCE) de ahondar en los tipos de interés negativos ha trastocado esos presupuestos. Los mercados descuentan al menos una década de tasas bajas, lo que seguirá complicando las cuentas de resultados de las entidades. A ello hay que sumar que la reforma del actual marco regulatorio, que también supone presión para la actividad financiera, tardará diez años adicionales en culminarse.
Las cuentas de los bancos del país son muy dependientes de los tipos de interés oficiales por el elevado peso que las hipotecas a tipo variable tienen en su cartera crediticia y, por tanto, en su capacidad de generar ingresos. La política del BCE ha hecho que el Euribor, al que se vincula la mayoría de esos préstamos y que alcanzó en 2008 el 5,4%, lleve casi cuatro años en tasas negativas. Esto, según cálculos de BBVA Research, ha hecho que los hogares hayan ahorrado 17.192 millones de euros de 2008 a 2018 en los intereses que pagan por sus créditos, lo que significa menores ingresos para las entidades financieras.
A ello hay que sumar que como parte de esa política, desde 2014 el banco central cobra a las entidades de la Eurozona por su exceso de liquidez, cuando antes les remuneraba por ello. Solo el año pasado, cuando esa tasa era del 0,4%, los bancos españoles abonaron por ese concepto unos 400 millones de euros. Al subir al 0,5% el pasado septiembre, esa factura se encarecerá.
El problema para el sector financiero es que lejos de ser excepcional, esta situación de tipos anormalmente bajos se está volviendo estructural. Por un lado, el propio BCE avanzó en septiembre que los tipos seguirán en su nivel actual o más bajos hasta que la inflación roce su objetivo del 2%, lo que según las previsiones del organismo no sucederá hasta casi 2022. Pero además, las curvas «forward» anticipan que los tipos seguirán a esos niveles durante años. Por ejemplo, la curva de futuros del Euribor a tres meses prevé tasas negativas hasta enero de 2024, esto es, cinco años más. Pero además, esa misma gráfica descuenta que los tipos seguirán por debajo del 1% hasta al menos 2030.
«La consecuencia de la intervención del banco central en los mercados y de la elevada aversión al riesgo de los inversores es que se reduce la fiabilidad de la curva de tipos como predictora de la evolución futura de los tipos», matiza el portavoz de la Asociación Española de Banca (AEB), José Luis Martínez Campuzano. Pero lo cierto es que los banqueros españoles se han resignado a ese nuevo entorno.
Objetivos aplazados
Los directivos del sector admiten que ya tiene poco sentido seguir quejándose de ese nivel de tipos y han comenzado a activar las palancas necesarias para compensar el mayor coste que les acarrea, como empezar a cobrar a grandes depositantes por sus ahorros y cobrar por servicios que hasta ahora no gravaban.
El consejero delegado de Bankia, José Sevilla, llegó a decir a finales del mes pasado que la entidad, muy dependiente del Euribor, tendrá «que repensar el modelo de negocio». Y es que las decisiones del BCE han desbaratado los presupuestos de las entidades. La misma Bankia, por ejemplo, ha reconocido ya que incumplirá su objetivo de alcanzar al cierre del próximo año un beneficio de 1.300 millones de euros. Por otro lado, una de las novedades del nuevo plan estratégico del Santander, que presentó el pasado abril, es que ha dejado de ser trienal —el último cubría el periodo 2016-2018— y ahora habla del medio plazo, en un momento en que casi todas las entidades han aplazado al menos un año el cumplimiento de sus planes por las dificultades del entorno, afectado tanto por la desaceleración económica, incertidumbres políticas como el Brexit y el escenario de tipos bajos.
Incertidumbre normativa
Tampoco hay esperanza entre los ejecutivos bancarios de que la llegada de Christine Lagarde a la presidencia del BCE en sustitución de Mario Draghi vaya a suponer un cambio a medio plazo. La tesis del sector es que la francesa llega hasta cierto punto atada de manos, pues cualquier medida en la dirección contraria lanzaría un mensaje contradictorio a los mercados.
Los banqueros están pendientes también de las autoridades financieras por la regulación que aún queda por llegar, y en concreto en forma de requisitos de capital. «Hemos estado sometidos a cambios regulatorios durante... ¿cuánto tiempo, once años? Y aunque hay incertidumbre. Mirando hace delante, al menos en Europa llevará otros diez años para culminar el marco regulatorio. Es demasiado», se quejaba la semana pasad el consejero delegado del Santander, José Antonio Álvarez, durante la XII Conferencia de Banca Internacional de la entidad.
Las entidades exigen a los reguladores que de una vez por todas aclaren las exigencias finales de capital que deben cumplir. Sin embargo, la implantación de la última parte de las reformas del actual marco legislativo, conocido como Basilea III, se demorará hasta 2022 y se extenderá hasta 2027. Esta revisión legislativa, según la Autoridad Bancaria Europea (EBA), mermará el capital de los bancos europeos en una media de tres puntos porcentuales, lo que obligará a un nuevo esfuerzo, aunque en el caso español será menor. Pese a ello, el Banco de España viene de aconsejar a las entidades del país a «seguir perseverando en el reforzamiento de su solvencia».
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