Ayer estuve viendo un documento audiovisual que trataba sobre los campos de concentración en la Alemania nazi. El nombre del documento en sí no tiene importancia, todos conocemos en mayor o menor medida lo que sucedió allí, ni tampoco el hecho de que dichos campos de concentración se construyeran bajo un determinado gobierno con una determinada ideología en un determinado lugar. Todo eso carece de importancia, puesto que dichas aberraciones han tenido lugar bajo otros gobiernos, con otras ideologías y en otros lugares.
Lo único que tiene importancia es la aberración a la que es capaz de llevarnos los prejuicios. El absurdo que supone que un gobierno sistematice dichos prejuicios como forma de sentencia.
Más allá de las ideologías económicas, de los modelos de vida utópicos, al hombre siempre le ha costado superar uno de sus mayores miedos derivados de su naturaleza gregaria: el miedo a lo desconocido.
A pesar de nuestra increíble inteligencia, de las maravillas que el hombre ha sido capaces de crear, no nos distinguimos mucho de las gacelas que caminan agrupadas procurando caminar en el centro del grupo, evitando destacar por miedo a ser devoradas por el león que se agazapa invisible entre la maleza.
Dicha inteligencia no nos ha servido para librarnos del león, sino que hemos buscado las formas más absurdas de seleccionar las gacelas que han de entregarse al depredador para que este quede satisfecho.
Y, ante la ausencia de criterios válidos, ¿qué mejor que inventarnos los requisitos para ser entregados a la muerte?
Es por eso que temo los prejuicios, temo cuan absurdo puede ser el sistema inventado por el hombre para seleccionar las gacelas que han de ser entregadas al león.
¿Pasaría algo si todas las gacelas se enfrentaran a dicho león? Quien sabe... Por si acaso lo mejor es utilizar el miedo, gritar los innumerables leones que nos rodean invisibles, para evitar que el rebaño se separe.
Sin embargo, por primera vez en la historia, sorprendentemente, en determinadas sociedades podemos decir que hay menos gacelas rezagadas que nunca, que estamos comenzando a caminar de frente sin temer a los depredadores.
Nos hemos liberado (en parte) de yugos terribles como el esclavismo, el racismo, el machismo y, cada vez más, la homofobia. Todo ello prejuicios carentes de la más mínima razón de ser más allá del mero sacrificio de un grupo aleatorio y minoritario.
Sorprendentemente, mientras avanzamos, algunas gacelas gritan asustadas en cuanto oyen el más mínimo chasquido que el león acecha. Y comienzan a proponer a que gacelas debemos expulsar de la manada.
En ese momento se me viene a la cabeza la película que veía ayer, ¿cómo pudo la sociedad alemana, o cualquier otra, tolerar lo que estaba sucediendo? ¿Cómo pudieron respaldar a dichos líderes que llevaron a cometer dichas barbaries? Dudo mucho que esas personas tuvieran una mente homicida, que sonrieran si hubieran visto como cuerpos famélicos eran incinerados vivos sin motivo aparente. Simplemente eran gacelas asustadas, incapaces de hacer otra cosa más que intentar ocupar el puesto más céntrico del rebaño expulsando fuera del mismo a cuantos animales fuera necesario.
Quizás el grito de alarma se haya sofisticado, ahora las gacelas más asustadas disponen incluso de la estadística y gritan porcentajes como si de salmos se trataran sin tener las más mínimas nociones de esta ciencia. El rebaño está más experimentado, ha aprendido por experiencias pasadas que ha de enfrentarse con el león del miedo, sin embargo nunca dejará de haber gacelas asustadizas y cobardes.
Incluso, si la manipulación de la ciencia no valiera como grito de alarma, se atreverán a llamar cobardes a aquellos que no temen al león. Olvidarán todo tipo de argumento y les dirán de querer quedar bien con el resto de gacelas sin importarles el rebaño llamándoles "políticamente correctos". Olvidando que, hace unos años, ellos mismos consideraban que lo políticamente correcto era que las personas de distintas razas bebieran de distintas fuentes y utilizaban esas mismas palabras para justificar dicha aberración.
Es por todo esto que yo temo a los prejuicios, temo a las personas que piden sacrificios al miedo, temo que alguien tenga que volver a contemplar lo que los aliados contemplaron cuando llegaron a los campos de concentración del documental que vi ayer.
No, no quería lograr nada escribiendo esto, no pretendo concienciar a nadie ni pretendo no hacerlo. Este texto tampoco es una respuesta a ningún hilo, como ya he dicho surge tras lo que pensé al ver una película.
Quien quiera leerlo que lo lea, quien no que no lo lea. Lo único que pido es que quien lo lea y quiera responder lo haga desde el respeto y de forma argumentada.
PD: No, no voy a hacer un resumen.