Origen
En la franja costera sirio-libanesa se desarrollaron una serie de ciudades independientes entre sí, pero de cultura común. Con el tiempo el conjunto sería conocido como Fenicia.
Con el paso del tiempo, algunas de aquellas poblaciones fueron creciendo hasta constituir importantes ciudades, como Biblos (cuyos restos más antiguos datan de 2700 a. C.), Sidón, Tiro o Ugarit.
La situación de las ciudades fenicias, rodeadas de montañas que hacían difíciles las comunicaciones por tierra y casi acorraladas por imperios poderosos, como el asirio, el hitita, el egipcio y más tarde el persa, hizo que el mar fuera su salida natural.
Por encima de cualquier otra cosa, los fenicios fueron unos magníficos navegantes. La determinación del norte por la Osa Menor, y no por la Osa Mayor como hacían los griegos, así como el conocimiento de la posición fija de la Estrella Polar, comúnmente llamada “estrella fenicia”, les permitió navegar de noche. Evitaban de ese modo tener que recalar al atardecer, como ocurría con las naves de cabotaje de la época, y ello les permitió extender una importantísima red comercial que se convertiría en un puente económico y cultural entre los dos extremos del Mediterráneo.
Llegaron a ser tan buenos en esto que en numerosas ocasiones otros pueblos solicitaron sus servicios. El faraón egipcio Necao II patrocinó en el siglo VII a. C. una navegación llevada a cabo por barcos fenicios alrededor del continente africano, que se prolongó por espacio de tres años, tal como lo relata el historiador griego Heródoto.
Otro importante viaje del que tenemos noticia, en este caso a través de la Biblia, fue el impulsado por el rey Salomón de Israel. Llevó a los navegantes fenicios al país de Ofir, un lugar que no se ha podido identificar con exactitud. Según algunos estudiosos podría situarse en las actuales Etiopía y Somalia.
Por no mencionar “las naves de Tarshish”, que para muchos estudiosos nos hablan de un comercio regular con el mítico Tartessos; o los periplos que los navegantes cartagineses, sus herederos naturales, llevaron respectivamente a Himilcón y Hannón hasta Cornualles y Senegal en el siglo V a. C.
Hanno (������) fue un almirante cartaginés (s. VI a.C.) más conocido por su exploración naval de la costa occidental de África. Su cuaderno de bitácora contiene la descripción de un volcán en plena actividad y el primer informe conocido sobre los gorilas. Este documento precede en 2.000 a la vuelta a Africa de los portugueses.
Los grandes intermediarios mercantiles de la Antigüedad
Importaban, preferentemente por mar, pero también por tierra, lana mesopotámica; lino y trigo de Egipto; cereales, bálsamos y miel de Israel; caballos, mulos y cobre de Anatolia; cereales, vid y olivos de Grecia; cobre de Chipre; piedras semipreciosas de Irán; plata, plomo y sobre todo el imprescindible estaño para la fabricación de bronce de Andalucía; marfil, esclavos, oro y plata o animales exóticos de distintos rincones de África.
El momento de Cartago
Fenicia sobrevivió a la presión ejercida por grandes potencias que la rodeaban como Egipto, Asiria, Babilonia y finalmente Persia, ente otras cosas porque a estas potencias les interesaba tenerlos como socios comerciales pero finalmente cayó en manos de Alejandro Magno en el 332 a. C. El rey macedonio tomó la ciudad de Tiro, hizo crucificar a todos los hombres y vendió a las mujeres y a los niños como esclavos. A la vista de la consideración, las demás ciudades fenicias se rindieron de inmediato.
Mientras tanto, una de las colonias del norte de África, Cartago, cuya fundación, en el siglo IX a. C., se atribuye tradicionalmente a la mítica reina Dido y que había sido poblada por colonos de Tiro, se había convertido en el centro de poder de la presencia fenicia en el Mediterráneo central y occidental. Llegó a ser una gran potencia, que se disputó la isla de Sicilia con los griegos y se enfrentó, en las guerras púnicas, a aquella Roma que terminaría por aniquilarla.
Expansión de la civilización fenicia