¡El mejor don de Dios es el don de los ojos como platos! Por eso quiero dejar de ser aquel que remoloneaba. De tío sabanero nada de nada. Y la paradoja se halla en lo que me cuesta pegar la oreja a lo blando una vez el Sol está bajo.
Así que si alguno tiene cualquier idea, o alguno transmutó de lo que soy a algo mejor... ¡abro las orejas como si de bisagras enteras estuvieran formadas!
De verdad que os necesito, he probado todo y ya no sé qué hacer. Como los Padres de Flanders.